miércoles, 4 de mayo de 2011

4º ETAPA - VALENCIA




La pequeña musa.

En Valencia nos reunimos el sábado a mediodía. Miguel, Nico, Luis y David vienen en una furgoneta alquilada esa mañana en Madrid, yo he llegado a la ciudad el día antes con mi hija y mi novia a casa de Illot, el ilustre ilustrador de nuestro disco. A Cosmonauta e Illot nos unen muchas cosas, así que tocar en su ciudad tiene algo de concierto para él y su chica, que tan bien nos trata siempre y tanto apoya la aventura Cósmica. Para mi, además, el concierto tiene un aliciente emocionante: es el primero que verá mi hija de un año, y el evento me motiva. Así que a mediodía de ese sábado, con temperatura excepcional, nos reunimos de un modo casi familiar en el centro de Valencia. Tomamos algo y comemos en una terraza con un tremendo transito de músicos ambulantes. En el último momento aparece un bluesman mediterráneo que se marca un repertorio contundente de un blues bien interpretado, con bastante sabor, con una guitarra en afinación abierta y amplificada por un radiocasette de los ochenta, de los de doble pletina y altavoces pegados, que Miguel destaca y anota mentalmente para posibles experimentos sonoros. Desde que grabamos el disco y tras las diversas experiencias, hemos llegado a la conclusión que el sonido de un disco debe ser un asunto mucho más natural, mucho menos químico que lo que proponen los formalismos  de la producción discográfica. Entre otras cosas hemos concluido que no nos interesan los estudios de sonido bien acondicionados, profesionales, si algún día volvemos a grabar, seguramente, lo hagamos de un modo más campestre, sonarán las brasas de la chimenea de fondo, el viento en las ventanas de una casa de montaña, las guitarras sonarán con algún trasteo, los golpes de la caja no irán todos a tiempo, habrá menos tomas. Desde entonces todo aquello que nos muestre la posibilidad de otra forma de sonido, mas natural y a su vez mas sincero, nos llama la atención y nos lo comunicamos en seguida, por eso enganchamos enseguida con la voz de Miguel cuando comenta el sonido del Bluesman mediterráneo amplificado de ese modo. Hay algo innegable, el sonido de ese tipo tiene más personalidad que cualquier guitarra enchufada a un amplificador de más de mil euros fabricado en cadena. 


Marta bajó de Marte.

De la terraza, y tras una ferviente despedida con el camarero boliviano que nos ha atendido con exceso de cariño y sobeteo pero con enorme simpatía, nos vamos caminando al Fnac. El grupo es entrañable, los cinco cosmonauta, el ilustre Illot,  Irene, Marta y mi hija. La imagen, evidentemente, rompe cualquier estereotipo de la banda de rock destructiva. Al Fnac llegamos muy temprano. En los conciertos en los distintos Fnac hay siempre un rato en que terminamos todos desperdigados viendo libros, discos y dvd´s mientras esperamos la hora de la prueba de sonido. Finalmente probamos. En seguida suena bien, el técnico es un tipo realmente amable. Nos acomodamos con facilidad al espacio y esperamos los pocos minutos que quedan para las siete, hora en la que empezará nuestro concierto. Por suerte para los oídos de mi hija, el forum del fnac de Valencia tiene una cristalera al fondo, tras la cristalera está la cafetería. Allí estará mi hija viendo a Cosmonauta en concierto. Cuando arrancamos con el concierto me emociono viéndola allí al fondo, mirando con una peculiar atención, como tocamos “Marta en Marte”. 



Uno que buscaba la Ruta 66

Los Guitar-tonics de Illot e Irene
(ojo a la forma de los hielos)


 Seguramente el concierto de Valencia sea de los que más a gusto estamos. Suena bien, el repertorio va muy rodado y nos sentimos cómodos. Hay bastante transito de gente y notamos que hay aceptación. La prueba está en que en el stand que hay a la entrada con nuestros discos se queda vacío. Valencia es un concierto agradable, ligero y enormemente entrañable. Miguel, muy atento, le dedica “La carta”, canción escrita para la novela gráfica “La página en vlanco” de Illot y Valcárcel,  al mismo Illot, que está en segunda fila. El concierto termina. Recogemos y decidimos irnos a cenar a casa de Illot y su chica, Cosmonauta entra finalmente en el lugar donde se gestó la portada de su disco. 





jueves, 28 de abril de 2011

EPÍLOGO - UN TRAYECTO A RECORDAR



Volví a recordar la frase o creo que me la recordó Luis: “Cada día es distinto. Todas las noches son la misma”. Salíamos de Andorra a la una de la madrugada. Nos equivocamos una vez, nos desviamos erróneamente. Enredados en cuestas, atravesamos un túnel y finalmente, recuperando la ruta correcta, pasamos la aduana, donde no había nadie. Tiendo a ver símbolos y al pasar la aduana de Andorra pensé que pasábamos algo más. Nico conducía sereno. Nico dio una lección de responsabilidad y de seriedad, conceptos que no siempre hemos asociado a él. Sin embargo Nico, con la actitud de un sabio, del que va más allá, se mantuvo sereno y firme cuando alguien dudaba de si aguantaría conduciendo de madrugada hasta Barcelona después de la paliza que llevábamos encima. Nico nunca bajó la guardia, no dio muestras de cansancio, no se rebajó ni un instante al sueño, al desanimo. Los demás si, a los demás se nos cerraban los ojos pero teníamos la misión de mantener vivo el ambiente de la furgoneta. Había una solidaridad invisible hacia la heroica de Nico. Hubo un rato que no sabíamos de que hablar para aguantar. Recuerdo engañarme a mi mismo. Escabullirme mentalmente y casi ceder, cerrar los ojos y atravesar ese trozo que casi sueñas. Afuera la carretera pasaba rara. No había coches y todas las gasolineras que nos cruzamos estaban cerradas. Puedo asegurar que de los trayectos que llevamos hasta ahora, ese, sin duda, ha sido el más duro. Lo que hizo, sin embargo, peculiar y entrañable ese trayecto que se hizo enormemente largo, porque a la mitad cambiamos de hora. De la 1:59 pasamos a las 3:00. Y esa hora devorada, lejos de reducir las distancias, nos dio una hora más de cansancio. Lo que hizo que fuera ameno, fueron las conversaciones que nos inventamos para no cerrar los ojos mientras Nico avanzaba épico por Cataluña. Hablamos de cine, de como esa carretera parecía otra carretera, de México, de Venezuela, de las proyecciones de luces, de lo raro de encontrarnos todas las gasolineras cerradas y finalmente hablamos del miedo. De todos los miedos, de cada uno de los miedos. Del miedo a que haya alguien en tu casa ahora, cuando tu no estás, del miedo a la altura, a la muerte, del miedo a la inmensidad, la inmensidad absoluta, del miedo a los fantasmas, del miedo a las ciudades, del miedo al miedo y a mi esa conversación me parecía multiplicada, casi como si hubiera ecos en la carretera, porque era el ambiente idóneo. Seis tipos avanzando por la oscuridad, iluminados por la luz frontal de una furgoneta alquilada, rodeados de noche, de montes que desconocíamos, de árboles que recibían ese golpe de luz al pasar, las líneas de la carretera, el silencio y el frío afuera, el sonido del motor, la música que iba sonando y que no memoricé, porque sonaba pero no la escuchaba. Escuchaba a los otros, a Miguel hablando de casas, de una hora larga, tremenda, de una hora agónica, axifisiante. A Luis hablando de una noche lejana con la presencia de un tipo que había entrado por la ventana. A Nico conduciendo y cerrando con sabiduría las anécdotas. A David que evoca fantasmas invisibles. Yo que conté el viaje raro, el viaje del que casi no hay vuelta, el viaje zoom out. Isi calla, Isi si duerme, pero a Isi se le permite. Tanta energía, tanta actividad necesita de descanso, nadie le puede negar descanso al motor de la nave. La conversación del miedo se diluye, va pasando a otra cosa, va apareciendo Barcelona y los tres de atrás bajamos la guardia, las luces de la ciudad las tomamos como una forma de meta y entonces dejamos a Nico con el trayecto final hasta el aeropuerto. Sueño. Sueño una furgoneta, una carretera. Nico detiene el coche. Nico es, siempre, inmenso. Nico es como la noche. Siempre es el mismo.

Simple y complejamente Nico.


miércoles, 30 de marzo de 2011

3ª ETAPA: ANDORRA – MÁLAGA

Sí, en Málaga hay mucho flamenco.


Hay momentos, muy pocos, en los que el tiempo va más lento que tú. Tú vas por delante, dejándole detrás, sin ser consciente de ello, claro, pero le llevas ventaja, una ventaja incalculable, quizá un par de horas, quizá seis, quizá medio día. Cuando de repente, luego, el tiempo te alcanza de nuevo, te desubicas por completo. Ha vuelto el tiempo a ti, estás de nuevo en hora, pero esa sincronización te deja lelo un par de horas, idiotizado: “¿Qué carajo hago yo aquí?” Eso me pasó el domingo en el Aeropuerto de Málaga. Volví al tiempo, a este tiempo, después de haber pasado todo el sábado delante del reloj, siempre unas horas por delante del presente.

Ladies and gentlemen... Ray Charles!


El sábado a las seis de la mañana Luis nos recoge a mi y a David en un taxi. El taxista está loco, porque loco debe estar el tipo que te va a adelantar en el tiempo. Es el hombre que te cruza la línea. El conductor de ese extraño viaje al futuro. Si son las seis de la mañana él debe, con el taxi, que no Delorean, adelantarte a esa franja horaria en la que vas a pasar algo más de veinticuatro horas. Y a fe que lo intenta. El tipo se pone entre Colón y Serrano a 120Km/h. David y yo nos miramos. Estamos yendo al aeropuerto con un loco. En el aeropuerto sospecho, ya estamos adelantados en el tiempo y tenemos los primeros líos en está nueva dimensión. Las guitarras, bajo y algún que otro elemento, se tienen que quedar en Madrid. Isi, que va días por delante de nosotros, resuelve la papeleta. Nos montamos en el avión. Evidentemente con tanto viaje temporal y alguna Kate en el avión, todo el mundo evoca Lost. 


Parada técnica en Barna.


Haciendo tiempo hasta que abran...
...el alquiler de instrumentos.


Llegamos a Barcelona. Cerveza en Barcelona. Subimos a Andorra. Cerveza y Beatles de camino. La carretera es brutal, ahí se ven los Pirineos y va sonando la colección completa de los Beatles. Y hay montañas, unas montañas que anuncian que estamos yendo a otro sitio y los beatles, que bien podría ser la música de fondo siempre en una nave, marcan la constancia. Me quedo esperando y nunca suena I am the Walrus: La canción más atemporal de la historia.



Andorra es un misterio. A mi Andorra me recuerda al ciclismo. Esas calles que no parecen calles sino algo que te lleva a algún sitio que al final no encuentras, me recuerda a un pelotón que persigue a un tipo que se ha escapado media hora antes. Atravesamos Andorra. Subimos Andorra. Seguimos subiendo. A todo el mundo le parece peculiar Andorra, una cosa tan pequeña que es un país pero que no es un país. A mi, más que eso, pasando por primera vez Andorra lo que me parece más curioso es que está, siempre, en cuesta. Andorra: La imposibilidad de una recta. Lo que explica algunas cosas temporales que están sucediendo. El tiempo, como bien se sabe, es una recta. Andorra, de algún modo, está fuera del tiempo, como nosotros todo ese sábado.


En Andorra comemos, dormimos un poco, y vamos a la Carpa de San Miguel Snow Beer a tocar. Cuando estás en un grupo suceden muchas cosas. Muchas. La mayoría basadas en la emoción o en la ilusión. Cuando estás ejecutando el repertorio vas cabalgando hacia no se sabe muy bien donde rodeado de esos tipos que son parte de un todo y ese todo es lo que suena al otro lado y que es lo que escucha la gente que está mirando siempre, con gesto distinto. A mi el concierto del sábado me pareció, en todo momento, memorable. Nunca había sentido semejante electricidad tocando de cara a la gente. Había sentido eso, muchas veces, en el local, pero jamás en un escenario, que es, siempre, un lugar fuera del tiempo. El sábado se me salía el corazón por la boca. Entre otras cosas me reconcilié con La ola, que es una canción que siempre me ha generado dudas y volví a sentir que la intro de “En este lado” es lo más honesto y bestial que hemos hecho en un escenario. Miré a David y sentí que aquello iba disparado. Pero un grupo son un conjunto de percepciones y nada más terminar bajé y me crucé con todos. En ese viaje había ido solo. Los chicos no habían disfrutado del mismo modo el concierto, incluso había una cierta desilusión. Pensé que quizá, en ese taxi de Madrid, yo me había pasado de vueltas y me había ido demasiado lejos en ese extraño viaje temporal en el que andábamos sumidos.


Si hasta ese momento, Madrid -Barcelona-Andorra, habían pasado con una cierta velocidad inexplicable. A partir de ese instante las cosas se iban a multiplicar en su locura. El resumen es este: cena en Andorra- Café antes del amanecer en Barcelona y Desayuno en Málaga. Todo sin dormir. Cuando el avión va aterrizar en Málaga, despierto de esa siesta en la que he andado metido todo el vuelo desde Barcelona. Acabo de soñar con mi hija. En el sueño, mi hija viene andando y pienso: ¡Cómo pasa el tiempo! ¡ya ha aprendido a andar! El Sueño es hermoso, bastante cinematográfico. La niña corre hacia mi en una especie de cámara lenta, casi en un super Slow motion. Lanza los brazos y yo la cojo. Abro los ojos, tengo el careto pegado a la ventanilla y veo un montón de nubes y el Sol anunciando un día formidable. Aterrizamos y justo ahí. En ese momento pienso: ¿Qué carajo es esto? Es Málaga si, pero ¿Cómo es posible? Veo la hora. Esa noche ha habido cambio horario primaveral. Lo entiendo. Habíamos adelantado el reloj antes de tiempo. Antes de la hora estipulada. En Málaga nos acoplamos temporalmente. La maniobra es perfecta. Estamos en el presente: Al fin y al cabo, somos Cosmonauta.


Texto: Ignatiev.
Imágenes: Pernalonga.


LLEGADA A MÁLAGA:

 Llevados prácticamente por la inercia del cansancio, nos adentramos en lo que en ese momento yo percibía como una irrealidad casi absoluta. Habíamos pasado de anorak, los guantes, la nieve y los gorros de Manu Chao, a un agradable paseo en manga corta, una comida increíble y un gin tonic, en un lugar que acompañaba ese irrealismo temporal, mirando como el sol estrellaba sus esperanzadores rayos en el mar.



Astérix y Obélix repostando algo de poción mágica.

Naturaleza muerta.



Todo termina cuando Isi dice esa frase que tristemente tanto para él como para nosotros le ha perseguido y le perseguirá; "Chicos hay que irse" intentamos que ese buen momento dure un poco más, pero Isi dice que no podemos, que queda poco tiempo, miramos el reloj y efectivamente, hay que irse.
A pesar de no poder terminar el gin tonic y no poder seguir siendo seducido por la belleza de Málaga, noto que la prisa de Isi y las miradas entre nosotros, hacen que por fin, todo vuelva a ser real, al menos la realidad que el tiempo ha decidido marcarle a cosmonauta.

 Cronos haciendo tiempo por Málaga.


Nos vemos de nuevo envueltos en un carga y descarga por las calles de Málaga intentado vaciar cuánto antes la furgoneta, todo vuelve a ir rápido, no nos da tiempo a pensar o a apreciar con detenimiento lo que nos rodea, parece que el tiempo esta loco y necesita que cosmonauta toque cuánto antes y le ayude a serenarse, que le ayude a ser capaz de comprender por qué tiene que hacer que todo suceda una hora antes de lo que él había previsto.
Y así fue, tras otra ronda de cervezas intentamos amenizarle el rato a la gente que pasaba por allí, amenizárnoslo a nosotros mismos y al tiempo, sobre todo a él, al tiempo, pues parecía que él siempre había estado de nuestro lado.

La esperada llegada a la Costa del Sol...

En el escenario todo fluye, fluye como fluían los Beatles en la furgoneta camino de Andorra, tengo la sensación de que todo marcha bien. Miro a Nacho, a Miguel, a Luis y por último a Nico, sus sonrisas están presentes, parece que puedo notar su felicidad, su armonía, su emoción, su desgarro tocando, incluso miro a Isi, el esta pendiente de que todo marche bien, no me ve, pero esta bailando, sus zapatillas naranjas se mueven de un lado a otro y no se da cuenta. También veo a unos niños bailar y corretear de un lado a otro de la carpa, no puedo evitar sonreír, se les ve felices, por un segundo viajo a mi infancia y recuerdo cuando veías a cuatro o cinco tipos tocar, era raro, pero bailabas sin saber porque. Y entonces cada uno de ellos sin ni siquiera inmutarse me dice que todo va bien, que puedo seguir disfrutando de ese momento.

Uno de los cines del festival.


Eso hice, hasta que todo llegó a la cumbre cuándo terminamos el concierto y unos fans, para nosotros totalmente desconocidos, nos piden que les firmemos el disco, que les regalemos una púa o que nos hagamos una foto con ellos, una chica tímida no se atreve a pedirnos que la firmemos, pero su padre la ayuda a conseguirlo y se va a casa con el cd de cosmonauta en la mano, veo al niño de la portada y otra vez pienso lo orgulloso que estoy de estar ahí en ese momento. Alguno incluso nos da las gracias por el concierto, parece que de alguna manera, hemos conseguido amenizarles ese rato. Y veo como todo eso vuelve a dibujar en Miguel la esperanza y vuelve a recordarle porque esta ahí.




Otra vez tengo que salir del fantasioso momento para cargar y descargar, hacemos nuevamente esa pequeña mudanza que tanto nos gusta. Después tomamos una hamburguesa que intenta calmar el insaciable hambre del niño, no lo consigue del todo.




Y seguimos así durante un rato largo, las risas nos acompañaron ya hasta el final de la noche, todo fue genial, tomamos más cervezas, mas whiskys y mas ron con barras de canela, todo iba genial, todo era bueno, seguimos riendo...
Nacho y yo desaparecemos, habíamos dormido poco, caminamos de vuelta al hotel y llegamos sorprendentemente rápido, pues la orientación de nacho es algo que puede llegar a dejarte boquiabierto cuando menos te lo esperas. Antes de irnos a dormir hablamos un rato.
A la mañana siguiente seguimos teniendo más trajín, desayunamos algo que esta vez si calmo el hambre del niño, tomamos un café bastante malo y nos damos cuenta de que tenemos un problema, que lamentablemente, no esta isi para solucionarnos.
Después de un rato largo, por fin montamos las maletas en la furgoneta y volvemos a Madrid, todos con unas ganas infinitas de volver a casa.

Alguien sueña con serpientes.
En la carretera todos dormimos, pensamos que ya queda menos para ver a nuestra familia, para poder vaguear o tumbarnos en nuestra cama, para que todo sea mucho más monótono y tranquilo, todo eso parece estar cada vez mas cerca. Nuevamente vaciamos la furgoneta y corremos a casa, esta vez cada uno por su lado, nos envolvemos en el acelerado ritmo que marca Madrid. El autobús, el metro el coche...

Todos regresamos a casa esta vez a solas. Casi llegamos a casa, cada vez estamos mas cerca de lo que habíamos pensado en el viaje, aunque sin saber si esta vez, el tiempo jugaría de nuestro lado.


Texto: Davidenko.
Imágenes: Pernalonga.